Mi adolescencia se dio en «La Catalana», un barrio, mejor dicho suburbio entre Barcelona y San Adrián del Besós, un barrio encajado entre vías de tren y el río Besós, (en aquellos tiempos cloaca). La carretera de la catalana era su único acceso por carretera y no era paso para ir a ninguna parte. La calle donde vivía se llamaba «Fuente Santa» y mis padres regentaban un bar llamado «Los Amigos», la clientela del bar era multirracial, payos, gitanos y moros, la convivencia era pacifica, y la lengua de común uso era el castellano.
Con el Tiempo cerca de la «Catalana» al otro lado de la vía se construyo el barrio de «La Mina» lo que contribuyo al aumento multirracial, más gitanos, más payos, y más moros.
El lugar era idóneo para el trapicheo de chatarra, cerca del bar había un par de cacharrerías que compraban sin preguntar todo tipo de metales, papeles y plásticos. A los gitanos les venían de perlas la furgonetas para transportar chatarra, pero en aquellos tiempos muy pocos sabían leer y escribir (hablo del barrio), algunos conducían, y de ellos algunos se habían sacado el carnet de conducir.
En esos días era frecuente ver pasar carros tirados por caballos o burros, que transportaban chatarra para ser vendida.
Y si se veían caballos era por que había mercado de caballos, y hay es donde entra en escena el «gitano Antón», patriarca gitano, vivía en casa humilde, y en la parte visible de sus trapicheos compraba y vendía ganado. Alto voluminoso, no muy bien afeitado, y siempre con una vara en la mano a modo de bastón de mano a ratos, a modo de bastón de mando en otras ocasiones.
Yo detrás de la barra del bar, pude observar cientos de estas transacciones económicas, todas ellas comenzaban y acaban en la barra de un bar.
El «gitano Antón» siempre esperaba a sus «clientes» en el bar, estos eran gitanos que se dedicaban a la chatarra y necesitaban de los animales para su acarreo.
Se desplegaban y se recurría a todas las técnicas de marketing todavía no escritas, pero que èl sabia de forma natural, la importancia de producto, la negociación, el precio, y su tiempo para todo, en ningún caso fue un mero y rápido intercambio frío de dinero por mercancía.
El caballo se convertía en el centro del universo, el gitano siempre vendía el mejor caballo del mundo, y el que lo compraba se iba convencido de que así era.
En la barra de bar a 10 o 15 metros del caballo real, después de dos o tres cervezas, hablaban del «caballo» o «burro» (como arquetipos o conceptos), de lo buenos fuertes y longevos que eran.
El vendía el caballo a otro gitano, en algún momento indeterminado del trato salían a la calle para inspeccionar, los dientes y la herraduras del caballo, que después de horas de conversación no eran ni tan malos (los dientes) y las herraduras casi relucían, aunque le faltasen dientes y las herraduras estuviesen muy desgastadas.
El que vendía el caballo, sabia todo lo que necesitaba saber del caballo, le acaba de salvar la vida justo antes de entrar en el matadero, el caballo nunca perdería ese valor de referencia, el valor de su carne en canal en un matadero. Pero había algo más, la diferencia entre el valor del caballo muerto/carne al caballo vivo/tirando del carro y aun más diferencia con el caballo/arquetipo, o la imagen del caballo que intentaba proyectar el que vendía el caballo sobre el que lo compraba.
Resumiendo, el que vendía el caballo, vendía siempre el mejor caballo, el más apto, más fuerte y longevo, no bastaba con mostrar el producto y se vendiese por si solo, al trato siempre se llegaba con el convencimiento que era el mejor caballo.
A lo largo de mi vida me he acordado del «gitano Antón» y su don para la venta, «transmitir al contrario que se posee la mejor mercancía, la compre o no, la tenga que llevar al matadero o dejarla en la cuadra». He tenido compañeros en los equipos comerciales, que siempre esperaban que el producto se vendiera solo, ya sea porque era el mejor ya sea por que era el más barato, partiendo de la premisa que nunca era el mejor y siempre iban más caros. Solo les faltaba el convencimiento del «gitano».
En esta sociedad tan competitiva, y con productos que marcan la diferencia ya sea por el diseño o/y el precio, donde los consumidores le gusta llevar la publicidad de estas marcas en las muñecas, en el pecho, o aparcando un flamante coche exclusivo y alemán en el aparcamiento de la empresa.
He visto comerciales, con cara de «haba» por que su coche no era lo último, o esperar a que se cuajara la próxima operación comercial para cambiarse de coche, en este contesto estoy hablando de personas poco conformes con lo que tienen (si no lleva marca) y el producto que venden no les ilusiona o no tienen la garra necesaria si este no se vende solo.
Muchos comerciales hacen post grado en escuelas de negocios, para intentar igualar las técnicas del «gitano», pero lo único que aprenden es a llevase un poco de coca a la nariz, para tener la misma sonrisa de orgullo que el «gitano» tiene al nacer, y es que muchos de nosotros vagamos en busca de una identidad perdida o renegando de la que lastramos, pero el gitano no tiene dudas es «gitano».
Cuando veo a Zapatero, convenciendo o hablando de España, veo al «gitano Antón» siempre convencido que lo suyo es lo mejor, frente a los demás, venda o no venda, en elecciones o sin ellas, «las autopistas españolas son las mejores autopistas de España», «los bancos españoles son los mejores bancos del mundo».
Cuando veo a Rajoy siempre en contra de todo lo que dice Zapatero, lo hace para minar o ningunear a Zapatero, seguro que no lo hace por dañar la imagen d España, o de sus bancos o de sus empresas o su gente, pero siempre en estos lances hay daños colaterales, por que siempre en estos casos se hace «foco» en el caballo y este pierde algo de lustre y su valor cae.
Hay quien puede objetar y ver en Zapatero un ser insulso, blando, sin ideas, algo bambi, y muy iluso, pero aún en el extremo de que algo de esto fuese verdad, y al mismo tiempo siga imitando en su comportamiento al «gitano Antón» el caballo («España») será el mejor caballo que ha pasado por su cuadra, y España es hoy la mejor España de todas las Españas posibles.