Tanto en el terreno moral, como en el político y económico, tenemos que dar a la tecla de refrescar y actualizar nuestras prioridades. Tanto a nivel personal, empresarial como en el ámbito de las diferentes administraciones.
El momento actual es propicio para el cambio, la crisis, la necesidad de refundarlo todo, la necesidad de ver luz en el túnel, hacen que debamos reactualizar nuestro disco duro, e incluso que volvamos a cargar el sistema operativo.
Para los religiosos, bestias inquietas, una vez pasado el fin de milenio nuevamente deberían de darse cuenta que el fin del mundo es un cuento viejo para vender «el cielo» en vida , montando el infierno en la tierra. Es hora de salir de los conventos y las congregaciones, que se construyeron ya hace más de mil años y enfrentarse al trabajo de transformar la realidad y el entorno, y no dejarse llevar por ectoplasmas etéreos y fatuos.
Para los libre mercadistas, tendrán que aprender a atender varias prioridades al mismo tiempo, no vasta con orientar la vela mayor al libre mercado, estamos en zona de vientos racheados y cambiantes que obligan a desplegar velas menores y más maniobrables, en definitiva tener que cambiar de rumbo cada vez que las turbulencias tengan la suficiente fuerza como para hundir el barco.
Para los políticos de todas las ideologías, es el momento de tirar el lastre de estatutos complejos y caducos, y reescribir y regenerar con modelos de democracia participativa la vida interna de todos ellos.
Para los dirigentes con responsabilidades políticas, han de dejar de un lado el ideario que les ha configurado su status, y ejecutar rutinas propias y ajenas para rearmar todo el sistema. Más vale equivocarse que no hacer nada, erremos mil veces para estar mil veces más cera de hacer las cosas mejor.