Si lo se, lo mismo que todos los demás, y sus razones aunque planas o menos argumentadas son tan validas como las demás, los votos en las urnas valen todos igual, se cuentan por unidades y no por categorías.
Con los tontos pasa igual que con los útiles, y no me refiero a los tontos útiles sino como sinónimo de listo y contrapuesto a tonto.
Hay etólogos que han demostrado la inutilidad de eliminar en un hormiguero a los individuos más perezosos (aunque habría mucho de que hablar si son los más listos o los más tontos), en contra de toda lógica en hormiguero no va hacia la excelencia, en muy poco tiempo de entre los más hábiles hay un grupo que vuelve a destacar por sus torpezas. La conclusión de todo ello es que para un sistema (hormiguero) sea eficiente hacen falta los «no listos», el «orden» se perpetua a si mismo en la misma medida que el hormiguero integra a los tontos. Un sistema en el que solo hay aptos y listos es un sistema inestable.
También es costumbre en los monasterios tibetanos, dejar intramuros a alguien con mermas en sus funciones intelectuales, según ellos para practicar la mirada perdida y supuestamente el desinterés del alma por lo mundano. Como es costumbre en los humanos somos capaces de imitar o representar el papel de unos y de otros, de los más listos, de los más tontos, e incluso hacernos pasar por el principal del convento. En muchos casos el tonto de convento es el campesino listo, que ha pasado de trabajar todo el día por un plato de arroz, a no hacer nada y pasearse por el convento por tres comidas al día.
Todos y cada uno de nosotros somos un cóctel explosivo de locura, tontería, y aptitud, y en mucha menor media sabiduría y sentido común.