«Hágase la luz», y todo se hizo, en un punto pequeño en el espacio tiempo pero en el que laicos y religiosos se encuentran y una vez todos juntitos en ese punto se desata una tormentosa anomalía, ¿Quién o que le dio al interruptor de la luz?.

    Nuevas generaciones de científicos construyen (no sin tropiezos) enormes maquinas circulares llamadas «aceleradores de partículas«, para llegar justo al preciso instante donde las leyes físicas obtuvieron sus valores absolutos, secuencias de números que marcan el inicio y el fin del universo.

    Viejas y nuevas generaciones de sacerdotes, esperan a que se repita el milagro; el ser supremo nos hablará, y nos dará nuevas tablas en la que leeremos las secuencias de números (y letras) por las cuales nos reencontraremos con el origen (Dios) y poder tener un final feliz (morir en paz).

    Estos días he terminado de leer la novela: «Blasfemia» de Douglas Preston, sin animo de resumir o contaros el final de la novela (para ello tendréis que leérosla), el escritor recrea la puesta en marcha de un acelerador de partículas, en el desierto de Arizona.

    Justo en el momento que toda la electricidad del mundo, circula por el anillo de acelerador se produce una singularidad, y desde ella sale una voz que para parte de los científicos presentes en el experimento creen que es la de Dios, pero, pero, cuando se corta el interruptor de la luz, la oscuridad y el silencio vuelven a las instalaciones.

    Más allá de los miedos de estos últimos tiempos en las apocalípticas consecuencias que se pueden dar al poner en marcha los aceleradores de partículas, que daría como resultado la formación de un pequeño agujero negro que se lo tragase todo, me parece simpático y poético el plantear (como deja entrever Preston en su novela) la posibilidad de crear «un agujero negro» y que este sea la vía o el resultado de crear a Dios, (y no al contrario como nos cuentan las escrituras religiosas).

    También hago notar la moda en los últimos relatos cinematográficos sobre el uso novelado de dichas singularidades, en la ultima entrega de Star Trek el señor Spock se hace con una llamada «materia roja» capaz ella de crear agujeros negros a voluntad, y en Ángeles y Demonios, los malos (según se mire) se hacen con la posibilidad de domar pequeñas cantidades de «antimateria» con la que provocar mayores tropelías que las que resultan de crear agujeros negros.

    «Jeopardy» es el nombre de un nuevo concurso que saldrá pronto en antena en los USA, en el los concursantes han de distinguir si están hablando con personas de carne y hueso o con un programa de inteligencia artificial que IBM esta apunto de terminar de escribir su código.

    Los concursantes de Jeopardy ponen en marcha sin saberlo, un test que ya fue propuesto por  Turing en el año 1950 (Ver Wikipedia), que consiste en descubrir por la respuestas que nos proporciona al interlocutor IA (Inteligencia Artificial).

   La WEB 2.0 ha llegado, y frente a la WEB 1.0, podemos establecer que una las principales diferencias, es que el Internauta en la WEB 1.0 era (y es) una persona que se cree anónima, consulta paginas Web, se baja contenidos y manda emilios, pero en ello no relata ni tiene por que  mostrarse tal como es, a lo sumo algunos de entre muchísimos usuarios de la red escogen «avatars» que más que describir al propietario, lo referencia  o lo etiqueta (tag).

    El internauta de la WEB 2.0 es una persona que plasma una «identidad» (digital) en la red, todo su mundo (de amistades) de esta a loro, de lo que le gusta, de sus aficiones, de sus fotos. Hemos pasado del horror al estar controlados o espiados por (manos negras de la globo política) a mostrarnos sin pudor en la Red, y de la misma manera que las paredes del cuarto de un adolescente cualquiera son el molde de su ser, en la WEB 2.0 los adolescentes de hoy en día dejan su molde (negativo) y su positivo, pues el mundo puede interactuar con el perfil/avatar/cuenta de facebook, aunque la luz del cuarto y el ordenador estén apagados.

    Hemos aprendido a hablar (comunicarnos) con nosotros mismos utilizando las herramientas 2.0, hemos aprendido a comunicarnos con otras identidades artificiales, hoy los jóvenes no esperan un encuentro con unas zarzas ardientes y parlantes, estos mismos jóvenes no se plantean si al otro lado son o no son IA, no se plantean el sentido o el significado ni buscan arcanos sacros, simplemente hablan (se comunican) una vez encienden el interruptor de la Luz de su CPU. Y una vez que desconectan la luz de su ordenador, su alter ego (cuenta de facebook) sigue la conversación.

    Hablar y comunicarse con los de su propia especie, transmitiendo, información, sentimientos, es una característica de la especie humana, por proyección  en algunas ocasiones queremos ver esta característica antropomórfica fuera de nuestra especie, ya sean agujeros negros, dioses o zarzas, pero, pero, hoy por hoy hablar es una actividad humana, y una característica que transfiere a lo que crea.