Autor texto Antonio Vallespin, ilustraciones creadas por IA.
Santi se había quedado solo. Era la primera vez desde la reciente boda que Mari se había ido a Palma de Mallorca por trabajo. No hacía ni dos horas, ya estaba nervioso por no recibir noticias. No podía concentrarse ni pensar en otra cosa: la tele no le entretenía, no lograba leer ni una página del libro que había comenzado. Pasear a su perrita, Deisi, era lo único que podía calmarlo.
Pasaba el tiempo en la calle. Deisi ya había hecho lo suyo cuando comenzó a levantarse un aire molesto y a caer unas gotas. Justo antes de llegar al portal, sonó el teléfono. “Cariñito” aparecía en la pantalla al mismo tiempo que seguía sonando.
—Hola, cariño —empezó la conversación Mari.
—Hola, Amorcito, te echo de menos.
—Vas a hacer que me sienta incómoda por cumplir con mi trabajo.
—No, no es mi intención; solo expreso mis sinceros sentimientos.
—Lo has conseguido. Me siento fatal.
—Cariñito, disfruta del viaje y de tus 48 horas en Palma de Mallorca… —pasaron unos segundos.
—Cariñito, cariñito, no te oigo. Se va la cobertura. Cuelgo y vuelvo a llamar.
Eran las 14:00 del 14 de enero de 2024. Esa tarde y luego toda la noche, Santi no paró de llamar a Mari, pero no obtuvo respuesta. El avión nunca llegaría a Palma de Mallorca, y el dispositivo de búsqueda no encontró ningún rastro del vuelo 4122, de Madrid con destino a Palma de Mallorca.
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14 de enero de 2034
Eran las 14:00 del 14 de enero. Santi sacaba a Deisi a su paseo del mediodía. Totalmente sorda y medio ciega, a la perrita apenas le daba para caminar. Sin embargo, la costumbre y sentir la hierba fresca bajo sus patitas la animaban. Nada más ver la correa, movía el rabo como si fuera el primer paseo, hacía ya más de 10 años. Al pasar el umbral de la puerta, sonó el teléfono; en la pantalla: “Cariñito”.
—Hola, cariño de nuevo. Antes me quedé sin cobertura, y hasta que no he aterrizado no he podido comunicarme —Santi, totalmente desconcertado, tuvo que tragar saliva para contestar; le temblaban las manos. Presentía que su voz lo delataría, pero qué estupidez, pensó, ¿quién podría gastarle una broma tan pesada?
—Hola… ¿cariñito? ¿Desde dónde me llamas?
—Como te he dicho, acabo de llegar al aeropuerto y voy camino de recoger la maleta. ¿Cómo está Deisi?
—¿Deisi? Sí, está muy bien.
—Quería disculparme. Anoche no me apetecía; no quería llegar cansada al aeropuerto. —¿Cómo podía ser? pensaba Santi. Sabía el nombre de la perrita, y lo más extraño, la disculpa se refería a un hecho muy personal que no había compartido con nadie.
—¿Qué tiempo hace en Palma? ¿Ha habido alguna incidencia en el vuelo? —Santi hacía preguntas al aire para centrar sus pensamientos.
—Llamé a la oficina en Palma; no vendrá nadie a buscarme, tendré que coger un taxi.
—Cariñito, te he echado mucho, mucho de menos.
—Ya te compensaré cuando llegue a casa.
Santi no sabía cómo plantearlo, no podía seguir pensando y hablando a la vez; se estaba torturando.
—¿Te están esperando en la oficina de Palma? Qué extraño… —continuó Santi.
—No, no es extraño. Ante de llamarte he tenido una larga conversación con ellos, nada más aterrizar, mis colegas prefieren terminar la presentación en lugar de venir a buscarme.
Continuará … (553 palabras)
¿Podrían Mari y Santi continuar una relación a 722 kilómetros de distancia, con diez años de separación temporal?
¿Qué Santi se encontraría a la vuelta en Madrid?
¿Cómo podría Santi retroceder diez años para esperar a Mari en la puerta del edificio, con Deisi agarrada de la correa, esperando el regreso desde Palma?